Estrategia Deportiva

¿Quién debe adaptarse a quién?

Jim Collins en su libro “Built to last” define uno de los axiomas del Management: primero hablemos de quién hace las cosas, luego hablemos de qué cosas hacer. Vinculando esta premisa al mundo del fútbol resulta inevitable no recordar el eterno debate sobre la interacción entre el entrenador y su plantilla ¿quién debe adaptarse a quién?

Lo que viene a plantear Collins es el papel clave de las personas como la ventaja competitiva más determinante. A este respecto, podemos traer a colación reflexiones relevantes de entrenadores con amplia experiencia en el sector como Carlo Ancelotti, el técnico italiano analizaba en una entrevista en “The Coaches Voice” como fue su proceso de aprendizaje en relación con esta cuestión utilizando a Zinedine Zidane como ejemplo:

“En la Juventus, con Zidane, empecé a entender que es mejor adaptarse a los jugadores. Cuando empecé a entrenar tenía una idea clara y no me adaptaba. En el Parma, Roberto Baggio quería jugar de mediapunta y no cambié el sistema. Se fue a otro equipo. Y me equivoqué. Así, empecé a adaptarme y me sigo adaptando”.

Esta propuesta de adaptación del entrenador a sus jugadores y no al revés no resulta novedosa. Incluso, podríamos afirmar que goza de un amplio consenso. No obstante, cabe una segunda reflexión en relación con este proceso de adaptación del técnico hacia el deportista.

Nuestra experiencia en canteras nos ha permitido observar que, aunque el principio de adaptación técnico-jugador que venimos enunciando es ampliamente predicado por los propios entrenadores, su aplicación real resulta muy matizada en la práctica por los propios profesionales. Año tras año observamos que, pese a existir continuidad en las plantillas, los entrenadores ejecutan propuestas de juego bien distintas.

Lo expuesto en el párrafo anterior puede deberse a varios motivos. El primero, evidente, es que cada etapa puede ofrecer unas exigencias distintas al deportista, que también va incrementando el número de herramientas que tiene a su disposición fruto del proceso de desarrollo. El segundo, que el proceso de adaptación del entrenador hacia la plantilla tiene una primera etapa fundamental consistente en la reflexión que el propio técnico debe hacer para definir a sus jugadores. En este proceso es evidente que pueden surgir discrepancias entre un entrenador y otro dentro de la cadena formativa. Y, en tercer lugar, que el conocimiento del juego por parte del técnico condiciona tanto la valoración que debe hacer a nivel individual del jugador y a nivel colectivo de la plantilla, como el catálogo de herramientas que tiene a su disposición para resolver los problemas que plantea el juego.

Como en todo proceso de valoración o medición, resulta fundamental contar con una medida de referencia. Esa que nos permitirá inferir si la ejecución de un determinado número de acciones en un contexto determinado, son suficientes o no para validar una concreta habilidad a un nivel determinado de excelencia. En este proceso, el papel de los diseños observacionales y de los datos que nos permiten generar, pueden resultar determinantes.

A modo ejemplificativo, no parece que pueda evaluarse de manera completa y suficiente a un mismo jugador observándolo en un único partido que en diez. Habrá que tener en cuenta factores que permiten contextualizar la caracterización del jugador como el modelo de juego del equipo propio, del ajeno, el nivel de uno y otro conjunto, las dimensiones del terreno de juego, la exigencia del rival también a nivel individual, etc. Tampoco parece que, aún evaluando exactamente los mismos partidos, las conclusiones de dos técnicos que entienden el juego de manera radicalmente opuestas vayan a ser las mismas. Y, por supuesto, aún garantizándose una evaluación exactamente igual por parte de dos observadores distintos, el proceso de adaptación del técnico a la plantilla será diferente si el conocimiento del juego del primero abarca un número de recursos distintos o, siendo iguales, más limitados que el de otro entrenador.

Por tanto, como conclusión, parece lógico sugerir que una estrategia deportiva que quiera apostar por potenciar ese proceso de adaptación del técnico hacia la plantilla, deberá cuidar la existencia del mayor consenso posible en la definición tanto individual del jugador como colectiva del equipo, así como la homogeneidad de recursos disponibles en sus entrenadores para afrontar el proceso de desarrollo del jugador. En caso contrario, tendremos la falsa sensación de desarrollar una línea de trabajo que en nada se corresponde con la realidad.

Fotografía: Fichajes.com